Desde que los equipos electrónicos aparecieron, la interacción del hombre con la máquina ha sido un tema de debate muy activo. Estamos acostumbrados a realizar las cosas nosotros mismos o en algunos casos, solicitar a alguien que las realice, alguien humano como nosotros, alguien con quien podemos comunicarnos mediante el lenguaje, las señas o el tacto.
Las máquinas no entienden dicha forma de comunicación, por este motivo se han inventado diferentes elementos para interactuar con ellas como pueden ser los teclados, ratones, tabletas digitalizadoras, dispositivos táctiles e incluso gestuales.
Hasta hace muy poco tiempo los dispositivos dependían obligatoriamente de múltiples elementos para poder controlarlos, algo que con los paneles táctiles ha cambiado. Estos parecen ser la clave pero cuando se enfrentan a ellos personas con movilidad reducida o algún tipo de anomalía en las manos, puede resultar una gran barrera de entrada e incluso una imposibilidad. El manejo del equipo mediante la voz o los gestos es un gran avance pero de nuevo supone un problema para un determinado público al que en ningún caso se debe discriminar.
Parece que la ciencia ficción ha sido una incubadora de ideas a lo largo de la historia, como ejemplo Minority Report, The Island o Babylon A.D. La tendencia lógica es no usar objetos para controlar máquinas, de este modo se reduce la curva de aprendizaje, los riesgos laborales (algo muy importante) y los costes de producción y mantenimiento.
Si tomamos como referencia el ser humano, no existe una forma de comunicación única para todos, por eso tampoco la habrá con las máquinas, ya que estas se limitan a recibir ordenes de personas y ejecutarlas.
Me gustaría despedirme en este artículo con la siguiente pregunta. ¿Puede una máquina imperfecta como el ser humano crear una máquina perfecta?